sábado, 21 de junio de 2014

Variaciones mínimas [Fragmentos #2]

     Ve a su padre almacenando mercaderías en el baño. Un baño antiguo de dimensiones generosas. En el centro, una bañera de hierro enlosado sostenida por cuatro patas de león rodeada de cajas de whisky, cigarrillos importados, zapatos, radios y relojes baratos venidos del Paraguay.
     Una vez, en ese baño apareció la virgen. La había traído él, sin avisar. Pudo verla antes de que su mamá la destrozara a martillazos. Desde la pieza escuchó los gritos: un alarido largo y después un murmullo de quejas distorsionado por la respiración entrecortada. Pudo verla entre las cajas, coronando la bañera, mientras su mamá corría a buscar el martillo para volver enseguida y molerla a golpes. Una paliza literal. Recuerda bien los pedazos esparcidos en el piso. Ella tendría once o doce años. Se reía y temblaba. Dos descargas simultáneas provocadas por la sensación de ver a su madre atacando a una estatua de yeso. Después se miraron y se rieron. Las dos paradas debajo de la puerta frente a la virgen. Contemplando los restos, la intensidad decolorada de los ojos, los labios descascarados, los pómulos melancólicos, Adela comprendió la reacción de su madre. Sintió en carne propia el miedo: alcanzaba para hacer todo el trayecto desde el baño hasta la cocina atravesando varias habitaciones; buscar el martillo en el tercer cajón de la mesada; regresar corriendo y volver, para encontrar a la virgen en el mismo lugar, erguida entre los bártulos.

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