domingo, 9 de noviembre de 2014

Entrevista para "Horas robadas a la noche"

1-¿Dónde escribís? 
En cualquier lugar. En mi casa tengo un pequeño estudio donde realizo mayormente el establecimiento de los textos, las correcciones, el trabajo fino pero, en realidad, cuando estoy conectada con un escrito puedo trabajar en cualquier parte.
2- ¿Trabajás en computadora o a mano?
Tomo notas a mano, o incluso con un grabador de voz, si surge alguna idea y no puedo escribirla en el momento. Pero la escritura, propiamente, el trabajo del texto lo hago en computadora. Me llevo muy bien con la lógica del cortar y pegar. Escribo de a retazos y la pantalla me permite ver el texto como un rompecabezas que voy acomodando a medida que aparecen la piezas.
3- ¿Escribís todos los días? ¿Tenés un horario fijo?
No. He intentado imponerme una rutina de escritura pero hasta ahora no me funcionó. Escribo todo lo que puedo cuando aparece la pulsión de escribir. Soy más sistemática a la hora de corregir.  
4-¿Cuánto tiempo le dedicás?
Me es dificil de responder. El tiempo varía mucho en función de otros avatares, de tener o no alguna idea potente que me mueva a escribir, de la vorágine cotidiana. Sin embargo, el proceso de la escritura es algo que me acompaña de manera permanente: una manera de ver, de andar observando, escuchando, tomando notas; un modo de pensar, registrar ideas, momentos; entrenar una sensibilidad. Más allá de eso, cuánto tiempo me tome la acción concreta de sentarme a escribir es relativo.
5- ¿Algún ritual, costumbre o manía a la hora de sentarse a escribir?
No. Me encantan los espacios calmos, acogedores, luminosos; los cuadernos, las biromes, los lápices, los papeles hermosos. Sin embargo, acumulo todas esas cosas como reliquias y escribo en cualquier condición.
6- ¿Cuándo das por terminado un texto? ¿Qué recorrido emprende ese texto?
Cuando siento que cierra; cuando creo que no puedo ofrecerle nada más; cuando me canso de leerlo. En general, el proceso no es igual para todos los textos. Pienso que siempre hay algo más que podría corregirse, un texto nunca está acabado de modo definitivo porque cada lectura es una relectura y hay otro punto de vista que interviene. En ese sentido, el proceso podría repetirse infinitamente. El cierre de un texto es una decisión donde intervienen cuestiones racionales, técnicas, de oficio y, por otro lado, emocionales, subjetivas.
El camino que siga el texto también es relativo: depende del texto mismo y sus circunstancias. A veces lo someto a la lectura de alguien cercano antes de la última corrección; otras lo publico directamente en el diario o en mi blog. Algunos textos forman parte de un proyecto más amplio y los voy guardando para que decanten.
7- ¿Qué relación tenés con tu biblioteca?
Mi biblioteca va creciendo conmigo. Los libros tuvieron (y tienen) un rol constituyente en mi vida, desde muy chica me han abierto horizontes reales e imaginados. Ampliaron mi mundo. Cada libro leído me remite a un momento, un lugar, personas, experiencias, aprendizajes.  
8- ¿Qué libro te gustaría leer?
¡Muchos! Si tengo que mencionar uno sin pensarlo mucho, diría el Ulises de Joyce. Dicen los que saben que es una referencia ineludible.
9- ¿Qué cinco libros no pueden faltar en tu biblioteca ideal?
Vivir afuera, Rodolfo Fogwill
Catedral, Raymond Carver
El extranjero, Albert Camus
El amante, Marguerite Duras
Poesía completa, Alejandra Pizarnik
Y uno de yapa: Los diarios de Katherine Mansfield
10- ¿Cuáles son los autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?
Depende de los circuitos, como en todo, hay modas, ámbitos de lectura y producción literaria y también está la academia que tiende a dejar por fuera todo lo que no esté, por decirlo de algún modo, canonizado. Concretamente, respondo a esta pregunta desde lo local: en Rosario, si bien estamos viviendo un momento de efervescencia y enorme fecundidad de la producción local, persiste cierta tendencia a sobrevalorar lo que viene de Buenos Aires, como centro y en contraposición, poner en segundo plano lo local. Todo lo que no salta a la escena nacional, es considerado como literatura “de entre casa”.
11- ¿Qué relación tenés con la inspiración?
¡Está sobrevalorada! Para mí tiene que ver con captar algo y no dejarlo pasar, algo que te conmueve, te hace pensar, te inquieta, te angustia... después es todo cuestión de trabajo, oficio, voluntad.
12- ¿Cuándo una persona se convierte en un buen lector?
En principio, se me ocurre que hay dos maneras de leer: por un lado, el lector “entendido” que tiene ciertos conocimientos sobre la construcción literaria y lee entonces en dos niveles: por una lado, la trama, la historia; por otro, la forma, los recursos, los guiños, el arte detrás texto, las relaciones con otros textos. Creo que este tipo de lector tiene la posibilidad de valorar la obra en un plano analítico, poniéndola en perspectiva con otras obras.
Por otra parte, podríamos pensar en un “lector puro”, el que lee la historia, el cuento que se está contando, disfruta o se fastidia, se emociona, se acongoja. Este lector aprecia el texto por el efecto que le produce.
No sé si hay “buenos” o “malos” lectores, hay diferentes maneras de leer y en última instancia, lectores y no lectores. 


Julieta Tonello - Nicolás Doffo
http://bloghorasrobadas.blogspot.com.ar/search/label/Natalia%20Massei

viernes, 7 de noviembre de 2014

Hundido [fragmentos/6]



Eugenia emerge en mi monitor:
euge90 dice:
pá me comprás un blackberry?
díazmarcelo dice:
qué?!
euge90 dice:
un tel
díazmarcelo dice:
sí ya sé
euge90 dice:
sí?
díazmarcelo dice:
no
euge90 dice:
dijiste sí!
díazmarcelo dice:
sí sé qué es dije
euge90 dice:
q hacés?
díazmarcelo dice:
trabajo. vos no tenés que estudiar??
euge90 dice:
vos no tenés q trabajar?? ;)
díazmarcelo dice:
para comprarte un blacberri
euge90 dice:
:D

            Sobre el escritorio tengo un dibujo suyo en un portarretratos. Lo hizo cuando tenía cinco años. Habíamos ido a la plaza. Se cruzó delante de una hamaca y se abrió la frente. Cinco puntos. Al día siguiente, trazó sobre una hoja de papel una cara bien redonda, con cachetes colorados y pestañas largas. En la frente, una raya roja atravesada por cinco rayitas más pequeñas. Encima de la herida dibujó una curita y la pintó de rosa con flores violetas. Del corte rojo y las suturas no quedó ninguna marca en el dibujo terminado. En la piel todavía tiene una línea rosada que sólo es visible si uno mira buscando.

          Me froto los ojos que comienzan a arder. Miro hacia el techo para ganar perspectiva y distender la vista. Mi cubículo forma parte de un módulo con múltiples posibilidades de tamaño, forma y composición. Separadores de plástico encastrados unos a otros como bloques infantiles forman el box. La pared frente a mi escritorio es interrumpida abruptamente por un tabique perpendicular que delimita el espacio de los estantes para documentos de circulación diaria. Un tabique sin terminación en su borde exterior: quedan al descubierto los huecos destinados al posible encastre con otra pieza. Agujeros negros donde no cala la luz de los tubos fluorescentes. Un punto de fuga en el que se me pierde la mirada de a ratos. Un refugio de infinita oscuridad.